continúa ...
Poco después de las dos y media de la mañana vinieron a buscar a Claudia a la habitación donde la habían dejado y la llevaron a otra sala donde ya la esperaban dos investigadores y tres investigadoras, que junto con el detective que la conducía se encerraron con ella.
Comenzaron a interrogarla en medio de un montón de amenazas —¡¡Te vamos a pegar!! ¡Te vamos a colocar el detector de mentiras para ver si es verdad lo que nos dices!— además de una innumerable serie de insultos y muchos golpes.
Le hacían muchísimas preguntas, pero sobre todo la interrogaban sobre su relación con Ricardo Badani.
Claudia les contó cómo a través de Carlos, de quien se había hecho amiga cuando trabajaban juntos en el barrio Bellavista —ella como artesana y él como lector de tarot— había conocido a Ricardo y a su familia hacía cuatro años cuando estaba buscando algo más para su vida, que Ricardo había respondido a sus preguntas y que al visitarlos y conocerlos más, se había sentido muy cómoda con ellos y había pedido pertenecer a la Religión.
También les contó que había conocido a Karim al año siguiente, que tan solo un mes después ya estaban viviendo juntos y que desde entonces habían sido inmensamente felices.
Ella les explicó, una y otra vez, que durante el tiempo que había permanecido alojada en casa de Ricardo y posteriormente en todas las visitas que había hecho, él le había enseñado muchísimas cosas, que todos en general tenían por costumbre estudiar constantemente y que les gustaba leer sobre diversos temas, pero que jamás había visto ni oído nada extraño y mucho menos las cosas que los detectives afirmaban.
Querían que Claudia declarara que había tenido relaciones sexuales con Ricardo, incluso le aseguraban que si decía que él la había forzado a todo, ella saldría en libertad inmediatamente y no iba a tener ningún problema.
Entre lágrimas, Claudia les insistía y les insistía en que lo de ellos era una Religión, que ella como mayor de edad que era podía hacer lo que quisiera, que en ningún momento nadie la había forzado a nada y más aún, jamás había visto que se obligara a ninguna persona a nada, pero como eso no era lo que los detectives querían oír, la golpeaban cada vez con más y más fuerza y la amenazaban con todo lo que se les ocurría.
Evidentemente, lo que ellos querían a toda costa, era que le echara alguna culpa a Ricardo para tener cargos de los cuales acusarlo, meterlo preso y justificar así todos sus atropellos.
Un investigador la amenazó con matar a su perra si es que no hablaba y Claudia cometió el error de preguntarles qué había sido del pobre animalito al que no había vuelto a ver desde que lo habían pateado tan brutalmente a la entrada de la casa, pero con ello los detectives se dieron cuenta que lo ocurrido con la perrita le afectaba y empezaron a utilizarla para presionarla aún más.
— ¡¡Nosotros la tenemos y la vamos matar!! ¡Ya vas a ver! ¡¡¡Será mejor que empieces a hablar!!! —Le decían, relatándole todo lo que le harían al animal si no afirmaba lo que ellos querían.
— Todo lo que ustedes dicen son puras mentiras, saben que las cosas no han ocurrido como quieren que yo afirme. ¿Por qué son así? ¿Por qué? Lo único que quieren es conseguir lo que les interesa, no les importa la gente, no les importa la verdad, no les importa nada… —repetía Claudia una y otra vez llorando desesperada. Estaba bajo mucha presión.
continuará ...
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