continúa ...
El investigador bajito ofreció
una taza de café a las mujeres que esperaban en la cafetería. Alejandra ni
siquiera se percató del ofrecimiento y Lola lo rechazó cortésmente, ya que,
según explicó, le caería mal, pero Mara, Elsa y Gaby aceptaron de buena gana.
Mientras las horas pasaban se
hicieron varias menciones al respecto, pero unas veces resultaba que no tenían
café y otras que no tenían azúcar, las excusas iban y venían y los cafés nunca
llegaban.
El investigador les lanzó un largo
discurso explicativo:
— Nosotros, los policías de
investigaciones, somos muy pobres y no tenemos dinero para darnos el lujo de
comprar café, hasta el azúcar está muchas veces fuera de nuestras
posibilidades, pero tal vez… bueno… quizá ustedes tendrían como ayudarnos para
que podamos comprar…
A pesar de su lastimera perorata,
ellas simplemente lo miraron sin responder. La cosa terminó en que después de
muchos dimes y diretes, cambiaron el ofrecimiento del café por té, el cual
recién llegó luego de pasado mucho rato más.
Realmente ninguna de ellas tenía
ganas de tomar café y mucho menos té, pero tal como prometían continuar las
cosas más adelante, se forzaron a beberlo, aunque a Gaby, luego de un par de
sorbos, las nauseas la obligaron rápidamente a dejar su taza a un lado.
Un investigador de aspecto muy
desaliñado, que había entrado hacía poco rato y se hallaba sentado un par de
mesas más allá tomando algo caliente y comiéndose sonoramente un sándwich, hizo
un comentario sobre que las mujeres mismas debían lavar el servicio que habían
ocupado, pero ellas no le respondieron y tampoco hicieron el menor intento de
moverse y sea porque desistieron de la idea o porque se distrajeron con otra
cosa, al final las tazas quedaron sucias sobre la mesa de la cafetería.
continuará ...
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