continuará ...
Hasta la oficina en donde tenían
esposado a Jaime llegaban muchos gritos y ruidos de golpes mezclados con música
que le hacían pensar que probablemente provenían del resto de sus amigos a los
que ya estarían torturando.
Entraban y salían investigadores
constantemente y le preguntaban a qué se dedicaban o qué hacían en la casa.
Jaime les explicaba que él era
estudiante de derecho, que vivía en la casa con otros miembros de su Religión y
que fuera de tener por costumbre levantarse muy temprano a hacer oraciones,
ofrendar cada cosa que comían e intentar ser consecuentes con cada hecho de su
vida, no había nada distinto en ellos.
— Preferimos vivir juntos
porque nos resulta más económico, pero cada cual tiene su propio dormitorio y
nadie se mete en lo que hacen los demás.
A pesar de que los detectives le
insistían para que les contara sobre su vida, ya que según le explicaban, ellos
lo único que querían era poder entender su posición, la mayoría de las veces el
interrogatorio giraba en torno a intentar que fuera Jaime quien les dijera por
qué habían sido detenidos.
Venían una y otra vez y le preguntaban
exactamente lo mismo o se deleitaban registrándole la billetera, mirando las
tarjetas que habían quedado y tratando de descubrir alguna evidencia en ellas.
Después de dejarlo mucho rato
tirado en el piso preguntándose qué vendría ahora, el detective ordenó que le
quitaran la venda y enderezaran su silla nuevamente.
Jaime se lo quedó mirando
fijamente a los ojos y el investigador, reaccionando en forma agresiva, le
ordenó que bajara la vista y lo amenazó con las consecuencias que vendrían si
no obedecía.
Al poco rato salió de la
habitación y dejó a otros detectives que siguieron interrogándolo y golpeándolo
desde una posición tal que no le permitían ver la cara de ninguno de ellos.
continuará ...
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